sábado, 8 de agosto de 2009

NO ME DIGAS MENTIRITAS QUE YO SÉ BIEN LA VERDAD


No leas este post si no leíste el anterior, “mentiritas conmigo no” (más abajito está). Si es que pensaste que era un huevón al leer la primera parte, en esta, seguro, que no cambiarás de opinión. Servido.


Hagamos un resumen: Yo me enamoré de “ella”, arriesgué todo por ese amor, cuando iba a la tienda a comprar pensaba en ella antes que en mí, invertí mis mejores piropos, mis más originales apodos y todo el cariño que durante años había acumulado, ella se fue, se metió con otro, me lo ocultó, yo la descubrí, la encaré, fui a su cuarto y a solas le dije (en el balcón de su habitación), ya lo sé todo, no tienes que seguir fingiendo.

Ella atinó a no decir nada, a comerse sus palabras y a atragantarse en sus mentiras, abrió los ojos como dos platos chiferos, se sorprendió de que este huevón se enterara de todo tan pronto, carajo quién le habrá contado, y se le resbaló de los labios, los que tantas veces había besado con los ojos cerrados y con la cara de cojudo que todos ponemos al momento de chapar pero con harta pasión, la siguiente pregunta.

- ¿Quién te contó?

¿Importaba eso? Importaba saber quién carajo me había soplado el dataso de que la chata se estaba tirando una canita al aire sin mi consentimiento y vacilándose harto, paseando así recontra romanticona con el enano que eligió para que tomara mi lugar y caminara al borde de la vereda junto a ella… ¿Importaba eso? La miré y en lugar de decirle que conchuda eres y sacarle en cara todo lo que me había enterado y decirle que yo me había sacado el ancho para que ella siempre esté feliz, sonriendo, llenándola de detalles, de regalos, de cariñito y todo eso y que ella me pagaba con la peor moneda (vieja y oxidada y encima bamba), la de la traición, la amé más. No, no le dije eso, porque yo sólo quería estar con ella, no quería perderla, la amaba más que a mi propio orgullo, no me importaba que me haya engañado una y mil veces, yo estaba dispuesto a perdonarla y a olvidar, no me importaba que todo el mundo se enterara y que me digan que soy un huevón, que cómo me voy a dejar hacer eso, que hay miles de flaquitas en la vida como para estar cagándose solamente por una, que si quieres te presento a una amiga que siempre me pregunta por ti y todo eso; pero a mí no me importaba otra, no quería a otra, la quería a ella, que todo vuelva a la normalidad, como si nada hubiera pasado, estaba dispuesto a perdonarla, al fin y al cabo así es el amor ¿no? Perdona, olvida, se hace el disimulado, nada pasó flaquita ya ni me acordaba que me habías puesto los cuernos, cómo se llamaba el chico con el que te metiste, ah sí, mándale mis saludos, como estará el muchacho, ojalá le vaya bien en la vida al hombre. Yo estaba dispuesto a perdonarla… A olvidar. Le dije.

- Te amo, y luego agregué, “Las muchas aguas no podrán apagar el amor”

Ahora que leo esas palabras de que las muchas aguas bla bla bla, me da una culpable sensación de vergüenza. Qué extraño ser habitaba en mí en ese momento para lanzar tremenda frase llena de convencionalismo y cargada de huachafería de pueblo joven… No lo sé, sólo recuerdo que no quería perderla y luego de decirle lo de las aguas empecé a humillarme gradualmente hasta terminar sin una minúscula partícula de orgullo. Le repetí que la amaba y le dije que su fuerte del amor era perdonar, no le pedí explicaciones, solo puse cara de pobre pidiendo pan, descolgué mi jeta hasta el suelo y le pedí otra oportunidad, que esta vez juro que me esforzaré más, que serás muy feliz a mi lado, que una vez que estemos juntos no necesitarás de nadie más, que por favor se decida por mí, que no se va a arrepentir y por poco me arrodillo sobre chapitas y le corto las uñas de los pies con la boca. Y ella inmutable, pensativa, me miraba con una expresión fría, de asesino pro, de boxeador intimidando a su rival, de mimo asado, de jilero bacanaso, etcétera, y sin decir nada se acerca a mí, me acorrala, se empina, entiendo el movimiento, me inclino y rodeo sus labios nuevamente en un beso apurado y sin convicción. Fue el peor beso de toda mi vida, fue como besar a un cadáver, a un esqueleto con labios. Pero al fin y al cabo me había besado, luego me miró y me dijo.

- Te quiero a ti… A ti

Y yo no quise besarla nuevamente así que solo le sonreí, la acerqué hacia mi pecho, la abracé pensando que la pesadilla había acabado, que todo estaría como antes y seguro mejor, porque malos momentos tienen todas las parejas y nosotros ya pasamos por el peor y ahora nada podría separarnos, y le di un beso en la frente de lo mas amoroso y salimos del cuarto porque F nos estaba llamando.

Esa tarde pude comer nuevamente, el apetito volvió junto con la tranquilidad de saber de que ella me prefería a mí. Mala deducción la mía. Al día siguiente la encontré lejana, distante, ajena a mí, en ambos parecía habitar una distancia increíblemente larga y abismal que nos separaba sin esperanzas de encontrar puente alguno que nos vuelva a unir. Ella buscaba estar siempre conversando con alguien menos conmigo, buscaba estar ocupadita en alguna conversación banal con cualquiera de mis amigos evitando así tener que darme explicaciones de lo que realmente estaba pasando por su cabeza. Yo, gran cojudo, la miraba todo el tiempo, y ella, súper cancheraza, evitaba todo contacto visual. Hasta que se descuidó por un momento y quedó sola, sin conversación en donde ocultarse y yo, recontra lanza, me acerqué a ella y la cuadré.

- ¿Por qué me estás evitando?
- ¿Ah? ¿Qué? ¿Yo? Balbuceó ella

No, yo…


- Sí, dime qué pasa, ya no me quieres cierto, no creas que no me doy cuenta
- ¿Por qué dices eso?

Porque no me quieres ni dar la cara pues, no te me hagas…

- Se te nota, se te nota en la cara, ni siquiera hablas conmigo


Ella bajó la mirada, y noté que quería decirme algo, algo importante, algo como pusha Robert ya fue, date cuenta, para que quieres que te lo diga, va a ser peor, resígnate campeón y mejor me vas cambiando la cara que no quiero roche público acá ¿Me entendiste? No dijo nada, empezó a tragar enormes gotas de saliva que hacían un bultito en su cuello al momento de bajar. Me miró. Fue de esas miradas que vienen con un discurso por dentro. Me rozó la mano con la yema de sus dedos, trató de ser cariñosa, suave, en contrapunto al áspero discurso que estaba a punto de decir.

- Yo sé que ayer te dije que te escogía a ti… (Silencio largo) Pero, no fui del toda sincera, lo dije por el apuro del momento, porque no quería que estés mal, no quiero verte triste (Muy tarde), por eso dije lo que dije, pero la verdad es que no sé…
- ¿Qué no sabes? Me apuré en preguntar.
- Yo los quiero a los dos por igual

A los dos por igual, como se quieren a tus hijos o a tus perros o tus escritores favoritos, si es que los tienes…

- Yo te quiero mucho, tú lo sabes

Sí tanto que ni bien te libraste de mí me sacaste la vuelta altoque nomás, adornando mi cabeza con unos puntiagudos cuernos.

- Ya no sé si creerte… Ya me mentiste una vez
- Cito (Ese era mi sobrenombre ya que no se le ocurrió ningún diminutivo para mí)
- Robert, le dije, corrigiéndola de golpe
- Perdóname, yo no quise hacer esto pero no sé que pasó

¿Qué pasó? Déjame imaginarlo. A ver, salieron, se coquetearon, jilearon fuertísimo, se dijeron palabritas románticas, que linda estás hoy, tú también estás bien churro, ¿comemos algo? Bueno. Se dieron la comidita en la boquita, ay, te ensucié, déjame limpiarte, pasó su mano por tus labios, tu bajaste la mirada y luego la subiste con un cúmulo de sensualidad y lo abordaste con los ojos, te saboreaste la boca, él te miró los labios, se dieron la señal de los amantes con ganas, se acercaron, así con concha, sin importar que el local estaba lleno, se besaron, sonreíste, escondiste la mirada, luego un recuerdo se quiso colar en tu mente, Robert, cito,¿ mi amor? Sacudiste la cabeza y evaporaste el recuerdo. Luego se besaron de nuevo y repeticuá.

Sentí que todos nos estaban mirando, y era verdad, traté de disimular, de hacerme el que aquí no pasa nada, tranqui nomás, todo bien, sigan con sus cosas. La cogí de la cintura, fuerte, toscamente. Le dije.

- Entonces, ¿ya no quieres estar conmigo?
- No es eso, si no que, quiero estar sola, no quiero estar con nadie por ahora.

Le pedí un último abrazo, una despedida. Ella se empinó y me enredó entre sus brazos, yo la sentí por última vez, cerquita mío, como si fuera parte de mí. Su perfume abordó mi nariz y me llenó la cabeza de recuerdos. A eso olía las mañanas para mí, a fruta, a pera… A ella. La solté para no llorar y busqué la esquina más cercana para calmarme. Estaba sin vida, destrozado, recontra cagado. A pesar de tratar de calmarme los recuerdos me asaltaban uno detrás de otro, como un flashback maldito, a una velocidad superior a los 24 cuadros por segundo. Mis ojos se enfadaron al sentir la tristeza concretizada en una gota húmeda y deforme que quería escapar de mis pupilas. Luché para no llorar pero al rato me di por vencido, resignado de que estaba viviendo el peor de los momentos y que no había chance de despertar de la pesadilla. Sentí que alguien me tomaba por la espalda y en un contacto brusco y tierno me abrazaba.

- No vayas a llorar ahora huevón, aguanta hasta que lleguemos a la casa.

Gonzalo conocía mi historia perfectamente, se había enterado de lo que había pasado, porque el chisme vuela sin necesidad de un blog, y llegó en el momento más indicado para darme su apoyo.

- Que no te vea llorando - me dijo.
- ¿Quién te contó?
- Eso no importa, tú eres mi pata y no vas a estar solo en esto.
- Gracias.

Gonzalo me tomó del hombro y me llevó a casa. Cuando estuvimos en mi cuarto me dijo.

- Eso no se hace, eso no hacen los patas, ese huevón está mal de la cabeza.
- Tú eres mi único pata. Le dije convencido.
- Hoy lo cuadré y le dije las cosas claras, que era un cagón, que cómo se atrevía hacer eso a tus espaldas sabiendo lo que había entre ustedes. Qué cagón ta mare… ¿Te lo vas a bajar?
- No vale la pena, cuando una mujer te deja es porque no quiere nada contigo… No vale la pena mecharse por ella.

No valía la pena, ni mecharse, ni saltar de un tercer piso, ni adornarse las muñecas con unas líneas bien profundas, ni volver a intentarlo. Pero yo la amaba, no me cabía en la cabeza haberla perdido, no me imaginaba la vida sin ella, sin su voz, sin su aliento, sin sus manos… Miren que azul me salen las palabras…

- Descansa hermano, no pienses en ella - dijo Gonzalo y luego salió del cuarto.

Ni bien cerró puse llave, enterré mi cara contra la almohada y lloré. Lloré como nunca había llorado, las lágrimas y los mocos salían sin reparo de mí y descansaban regados por toda mi cara. Grité, chillé, pataleé y hasta casi aullé desahogando la pena enorme (o penón si quieren), que me ahogaba lentamente.

Antes de irme y de volver a donde pertenecía, decidí escribirle una carta. Una carta triste y huraña fue lo que me salió.

He aquí una reproducción parcial de la carta:

Tengo a la tristeza atravesándome el alma. Hubiera preferido una muerte directa, como un balazo en el corazón o una guillotina bien filuda, pero tú preferiste sentenciarme a la horca y ahora estoy en medio de mi deceso. Estuve pataleando en un comienzo pero eso hacía la muerte más dolorosa así que he dejado de luchar y sólo espero mi último suspiro. Recuerdo el día en que me dijiste te amo por primera vez, yo me la tragué entera y viví engañado de lo que sentías por mí. Al menos hoy estoy conciente de la verdad y aunque duela le doy la cara, aunque sólo la quiera para golpearme. No te preocupes prometo no odiarte, porque a lo que se ama no se odia, y tú sabes que yo sí te amé, y a quien quiero engañar, aún lo sigo haciendo. Me despido de ti, te despojo de todos los sobrenombres que inventé para ti. Ya no eres ele, ni pequeña, ni preciosa, eres simplemente (su nombre), y nada más.
Adiós.


A la semana de que me había ido me llegó un mensaje de ella a mi correo, en el asunto decía: “Perdóname, dame una oportunidad” Le di click.


Termino después.





Pd: Aún no consigo bajar tu estrella...


Gracias a mi buen amigo Jonathan por pasarme esta canción. Este post va por ti, por la que te dejó y por la que se fue... "Desde que te perdí, se están enamorando todas de mí"



4 comentarios:

  1. Me has hecho recordar el día en que terminaron conmigo. Fue algo muy similar, una noche en que tuve que encarar lo que iba sucediendo esos días, lo que había sucedido horas atrás de esa fatídica noche de Mayo...

    A mí también me salió una de de esas frases sacadas del libro del maldito poeta desesperado, me quedé con un espasmo que me pegó la mano a la ceja, en fin... que no se acabe, ni la noche, ni ella.

    Bueno, volvió, no sé. Le encanta jugar, ya ha hecho demasiado como para dar marcha atrás, no hay que darle gusto. Ejercitar el alma también duele.

    Por cierto, si vives en Lima, te diré que Kevin Johansen toca el sábado en el Santa Úrsula.

    ResponderEliminar
  2. El águila no caza moscas porque vuela alto.
    Buena Robert.

    ResponderEliminar
  3. waaaaaaaaaaa... robert a mi tmb m paso lo mismo hace 2 diasss...lo descubri todo..pero el niskiera kiere darme la cara :( lo extraño demasiado kiero regresar con el,decirle que lo amo y que lo perdono nose si hacerlo..aishh.. eva

    ResponderEliminar
  4. me isiste llorar, enserio. me isiste llorar mucho

    ResponderEliminar