jueves, 30 de julio de 2009

DISCULPEN LAS MOLESTIAS, BLOG EN REMODELACIÓN

Quiero empezar con unas disculpas ensayadas para todos aquellos lectores (2, 3 gatos, no lo sé), que buenamente invirtieron su escaso tiempo en este humilde blog gastando de cinco a diez minutos de su tiempo (según su rapidez mental), para leer aquel post que atrevidamente decidió llamarse así: “Mentiritas conmigo no (te pillé te pillé)”. Para los más atrevidos que llegaron al final de la lectura sabrán que prometí una segunda parte para terminar de relatar el bochornoso suceso que decidí contar, y que por ser tan detallista y no dejar nada al aire ni a la imaginación de nadie, se me hizo demasiado largo, tanto que tuve que dividirlo en dos partes y dejar lo demás para después. Lamento no poder cumplir la promesa, esta vez el continuará no podrá continuar, simplemente por una decisión de salubridad y de automedicación. El primer post llegó a despertar sentimientos negativos, que confieso, disfruté en un primer momento, pero que luego, como una úlcera discreta, empezó a hundirme sus delgadas garras hiriéndome dolorosamente el cuerpo. Es por esa razón que he decidido suprimir el último post publicado y no publicar su continuación, ya que se volvió en una venganza literaria más que en un ejercicio de escritura. Pido disculpas si realmente te interesó la historia, si realmente querías saber que me contestó “ella”, cómo terminó la cosa, ¿Bien? ¿Mal? Ni yo mismo lo sé, sólo sé que hay historias que a veces hay que dejar en el pasado para que vengan nuevas y tengamos más que contar. Por mi lado estoy listo para recibir lo que se viene, estoy listo para vivir una nueva historia, una nueva historia que contar…

¿CONTINUARÁ?




BUSCO NOVIA (con el permiso de tu blog RC)




Mañana es feriado, no tendré que ir a trabajar y podré levantarme muy tarde si quiero tal como acostumbro hacer los fines de semana, que me levanto a las once y con la única regla de no bañarme si es que no es necesario (Llámese necesario salir a un lugar público donde seguro habrán chicas lindas). Hoy es lunes y son las siete de la noche. Estoy viendo una película sobre un tipo (el frentón de Nicolas Cage), que recibe en sus manos la información del día en que la tierra dejará de existir y tiene que hacer algo para evitar dicha catástrofe. La película no me interesa hasta que el tipo conoce a una hermosa chica que de un momento a otro empezará a ser parte de su vida. Miro a mi derecha, veo a mi viejo amigo del colegio cabeceando a mi lado, sentado incómodamente en una silla de madera, dándose frentazos contra el aire. Volteo a mi izquierda y veo al hermano de mi amigo, completamente dormido, conchudamente dormido, echado a lo largo de la cama. Luego pienso en como me gustaría tener ahora mismo, al lado mío, no ha mis queridos y fieles amigos escolares roncando en la oscuridad, sino a una linda chica, acurrucada en mis brazos, refugiada, mirándome de vez en cuando y regalándome una sonrisa de complicidad, esas que te hacen amar a la persona con la que estás, que te alocan, que te hacen decir, mierda, cómo la quiero. Sí, eso es lo que quiero, me dan unas ganas tremendas de tener una chica especial a mi lado, alguien con quien reírme de mis chistes aunque no den risa, alguien que me haga piojitos en la cabeza que tanto me encanta y que tanto me adormece, alguien a quien pueda oler, degustar, mirar, palpar, abrazar. Alguien a la que pueda decir mi gorda, mi amor, bebé, preciosa, muñeca y tantos sobrenombres recontrahuachafos que se nos ocurren. Alguien a quien comprarle rosas, girasoles, claveles y si no hay plata arrancar una plantita del jardín no más, una margarita amarillenta y desgastada que llega media muerta cuando llego a su casa y se la doy y ella la mira como si fuera una orquídea y me sonríe y me estampa un beso amoroso y baboso y me dice que me quiere y que está enamorada de mí. Alguien a quien comprarle una princesita y decirle una princesa para mi princesa (o para mi reina da igual, los dos son ridículos), y ella te agradezca como si lo que tuviera en la mano fueran chocolates belgas y no un cuadradito que te costó treinta centavos en la bodega de la esquina. Alguien con quien pasear en tanta área verde que los alcaldes de Lima hacen pensando que así están haciendo un buen periodo y buenas obras. Alguien a quien mirar como baboso, como niño pobre a ventanal de un KFC, derramando innumerables gotas de saliva por esa mujer y sacar pechito porque aunque no lo creas está contigo carajo, está contigo. Alguien a quien besar delicadamente y sin apuro, sonriendo luego de cada beso y terminando siempre con un piquito como final del proceso (proceso que puedes repetir una y otra y otra vez). Alguien con quien perder el tiempo porque sí, porque te gusta estar con ella, porque aunque no hagan nada productivo están juntos y eso es lo que cuenta. Alguien a quien acariciar el cabello (lacio por favor, pero que sea lacio), una y otra vez y retener en tus manos el impregnado olor a frutita de su nuevo champú. Alguien que se preocupe por ti, que te haga notar que no te has afeitado el día de hoy, que tu cabello ya está larguito papito, que hay que pasarle un par de pinzas a esas uñas que parecen de vendedor de papa, que mastica bien el chicle no seas malandrín, que ven te escojo una billetera para que no andes olvidando tu plata en tus bolsillos. Alguien que te escriba mensajitos de textos a cualquier hora y por cualquier cosa, no importa si te llena la bandeja de entrada. Alguien para poner su foto en tu celular y en tu display del msn y poner en tu nick, te amo gordi, un mes juntitos o algo por el estilo. Alguien con quien duarte y hablar durante tres horas seguidas por celular colgando cada tres minutos para volver a llamar. Alguien que te cuide cuando estás enfermito y no le tema a la impopular porcina y te tome la fiebre, te refresque la cabeza con vinagre bully, te abra las ventanas para que se ventile tu cuarto, te lea libros que no puedes leer por tu estado griposo, te compre un DVD para que te distraigas y te llene de besitos en la frente porque al fin y al cabo te quiere ver sanito. Alguien que te abrace cuando tu postura de macho claudique y necesites llorar porque, lo repito, los hombres también lloramos. Alguien que lea tu blog y aunque esté sólo en algodón te diga, que lindo escribes mi amor, sigue así. Alguien con quien compartir chismes y secretos, fíjate que ayer estaba yendo al instituto cuando de pronto se apareció fulanita con no sabes quién. Alguien con quien ir al cine. Alguien a quien escribirle canciones y cantárselas con tu guitarrita vieja y barata y que suena horrible, y que luego de que escuche tus gallos y se de cuenta de tu poca imaginación para escribir una canción te mire con ojos de enamorada y agradecida te estampe un chape que nunca olvidarás porque ni tú lo viste venir. Alguien con quien estar, a quien puedas decirle con total libertad y sereno no más, te amo y ella te responda yo también te amo mi amor. Alguien que te haga sudar de lo mucho que te gusta, que te haga volver a sentir eructos en el estómago y que te mueva el piso con solo escuchar su voz. Alguien que aguante tu pezuña y el aliento ha pescado porque te acabas de tragar un cevichito de lo más picante. Alguien, en conclusión, que me evite escribir esta clase de post.

Te espero. Estoy listo.


(Acepto propuestas indecentes/ No me reservo el derecho de admisión)



Pd: Gracias por los comentarios colgados en Mentiritas conmigo no, los tengo bien guardados.


Alguien a quien le pueda dedicar esta canción...



sábado, 25 de julio de 2009

MENTIRITAS CONMIGO NO (TE PILLÉ TE PILLÉ)



PELIGRO: Puede que este post contenga un alto grado de resentimiento, huachafería y romance cursi dañinos para la salud.


Supe que estaba enamorado de ella, no por las cientos de patitas que sentía recorriendo mi estómago, ni por la sin igual cara de baboso que ponía al verla; supe que estaba enamorado de ella por el feliz estado de sosiego que sentía estando a su lado olvidando por completo que el mundo le juega a uno sus malas pasadas.

El día que le dije que me gustaba lo recuerdo con bastante exactitud, harto roche y poco orgullo. Salíamos de comprar del supermercado, yo cargaba con todas las bolsas de las compras como todo un caballero (o al menos aparentando serlo), ella estaba a mi lado (ella será su nombre en este post), caminando muy pegada a mí casi como protegiéndose de algún peligro premeditado. Quise que el recorrido hacia el paradero nunca terminara, que la luz roja del semáforo se mantuviera para siempre y así quedarme varado en esa esquina durante toda mi vida junto a ella. Verde, cruzamos la pista y esperamos sentados en la vereda a que pase el bus de regreso. Llevaba en mi bolsillo desde hace días un poema de Neruda, de los más sencillitos para que cuando llegara el momento indicado este me sirva de introducción a mi torpe declaración de amor y me de una atmósfera cargada de romanticismo. Cuando lo saqué de mi pantalón no sabía si simplemente empezar a leer o hacer una breve explicación antes de entrar con la lectura del poema. Decidí la lectura inmediata para no estar tentado a ser aburridas divagaciones y a atorarme con mi saliva. Desdoblé el papel con nerviosismo, humedecí la hoja con litros de sudor y empecé a leer.

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

Como haciendo caso al poema en total sumisión, ella estalló en una carcajada alta y prolongada y con ella todas mis pretensiones de una declaración con harto romanticismo y bastante seriedad. Me aguó el pastel, estaba apunto de tirar la toalla, chapar mi taxi y huir de la escena; pero luego en su rostro quedó la huella de la brutal carcajada suavizada en una tierna sonrisa que me recordó el motivo por el cual había decidido humillarme en el vergonzoso acto de decir me gustas. Guardé a Neruda asfixiándolo en veinte dobleces y devolviéndolo a mi bolsillo, de donde nunca debió salir, miré un rato a los autos y respiré hondamente expulsando todo el dióxido de carbono que me empezaba a marear. Ensayé un par de frases en mi mente pero todas me sonaban tan cursis y conocidas, así que empecé a hablar.

(…)

Luego de dar largas y aburridas explicaciones astrales comprobando mi teoría de que su sonrisa brillaba más que todas las estrellas juntitas en un solo bulto, se lo dije.

- Lo que estoy tratando decir es que me gustas
- …
- Me gustas y la paso demasiado bien contigo
- …
- Nunca antes había sentido lo que ahora siento por ti (floro más viejo que Marco Aurelio y Papá Noel juntos)

Permaneció sin contestar, atinando solamente a sonreír y a agrandar el maldito dedo de la duda que me apuntaba directamente al medio de los ojos mientras que yo luchaba por que el cacharro de confiado no se me tornara poco a poco en un enorme y rojo signo de interrogación. Al fin habló.

- Gracias

GRACIAS!!!!!???? No jodas pues, me chanco la cabeza para que algo decente me salga y me dices gracias…

- …Tú también me gustas

Eso está mejor, continúa

- Y la verdad no sé por qué

¿Será por mi alto grado de carisma que se propaga como una enfermedad?

- Antes ni siquiera me caías…

No hace falta entrar en detalles flaquita… ¿Qué me decías? ¿De que te gustaba?

- Pero en este tiempo he podido conocer al chico tierno y detallista que eres en verdad.

Llegó el carro y nos subimos, casi no hablamos durante el camino de regreso pero sostuvimos todo el tiempo una larga mirada cargada de mucha complicidad. Juro, casi muero de alegría.

(…)

Luego, porque las cosas son así y porque nadie tiene el control absoluto de su vida y porque como dicen siempre para menguar el dolor de alguna forma, las cosas siempre pasan por algo, ella se fue. Cuando me dio el último abrazo de despedida en el terminal se colgó de mi cuello ensayando un rostro de harta pena y de mi amor voy a pensar todos los días en ti. Yo la abracé inútilmente tratando de retenerla pero sabía que al final de igual forma se tenía que ir… Me había acostumbrado a su olor en las mañanas, a su ronquera en las tardes, a su cerquillo milimétricamente peinado, a su codo en las comidas (porque zurda y derecho chocan al momento de comer), a su insipiente tamaño y a besar de cerquita, así bien apachurraditos, como dos bolas de helado (vainilla ella yo chocolate), su delgada y brillante trompita.

Me llamó cuando estuvo instalada y a solas y me llenó de mimos y sobrenombres que hasta ese momento no sabía que me decía y me dijo que me extrañaba y que no aguantaría tanto sin mí y que cómo quería que ya pasen los cinco meses que iba a estar por allá y que(maldita sea), me amaba. Yo, que si hubiera sido diabético seguro que moría en el teléfono por las altas dosis de dulzura transmitida por señales eléctricas a distancia, solo atinaba a dar repetidas afirmaciones (yo también mi amor, yo también), mientras, cuidadoso de no manchar el suelo, derramaba cantidades extremas de saliva por esa chica.

No pasó ni un mes cuando, yo encerrado en una cabina telefónica tostándome de calor y ella echadita en su camita, tranqui, con la tele prendida seguramente en alguna novelita pacharaca y aburrida, me sugirió de lo más sonriente que en el tiempo que íbamos a estar distanciados seamos sólo amigos. Yo, con cara de huevón y creyendo que sus intenciones eran de lo más sanas, le dije que claro que me parecía bien, que no había problema, sin percatarme de que ese seamos sólo amigos era, como bien lo declara el himno nacional, un seámoslo siempre.

A partir de ese momento cada vez que hablaba por teléfono conmigo no me llamaba por mi nombre y mucho menos me decía algún diminutivo bonito o huachafo, no importa, al fin y al cabo diminutivo; ahora cada vez que me contestaba el celular lo hacía con un sospechoso y cachaciento “ola amigo”. Decidí ignorar el término porque de alguna forma ese era el trato que (no me quedaba otra), había aceptado.

He aquí mi concepto de amigo(a):
Dícese de la persona a la cual la consideras de confianza y con la cual compartes momentos alegres, chicles gastados y de vez en cuando un par de chapes bravos pero que ni cagando lo(a) haces tu enamorado(a).


Luego esas llamadas empezaron a adquirir una reducción total o parcial del tiempo, ya no sólo me llamaba amigo, sino que inventaba cualquier excusa para tener que colgar y lo peor de todo, lo peor pero peor de todo, era escuchar siempre, al lado suyo, cerquitita, la hipócrita voz de un maldito enano que se hacía llamar mi amigo.

Dada todas esas situaciones que amargaban mi día decidí no llamarla, que si quería hablar conmigo ella metiera su solcito al teléfono público o que recargara su celular y que se dignara a marcar mi número que de tanto desuso se habría borrado de su memoria. Claro, ella nunca se dignó y no supe de ella en semanas.
Viajé a los tres meses. Fui a verla con unos amigos y amigas que bien cerquita mío estuvieron todo el rato. Cuando la vi, con el cabello suelto, con un ganchito en medio de la cabeza que sostenía una pequeña porción de su pelo, la frente descubierta, los ojos bien grandotes y la sonrisa, que meses atrás habían hecho de mí un hombre feliz, recordé por qué estaba enamorado de ella y no bastó más, ni una palabra suya, para volver a ese mismo estado de estupidez total. A ella se le veía sumamente emocionada con mi presencia, meses después entendería que no era emoción lo que reflejaba sino una crisis de nerviosismo porque seguramente al momento de verme entrar por esa puerta pensó, la cagada ahora qué…

Mis sospechas adquirían un alto grado de credibilidad al notar que un cierto tipo, que si digo un metro cincuenta no exagero, y que si digo más chancado que Rocky luego de mecharse tampoco y más aburrido que el cerdito Porky contando chistes mucho menos, empezó a acercarse a ella como un atrapa moscas, pegándose a una distancia mínima sin darle chance siquiera de ir al baño sola. Me calenté harto, me llegó altamente, más alto que las jugadoras de voley de la selección de Italia, luego me tranquilicé, pensé en frío, analicé las cosas y saqué mi línea. Aquí hay gato encerrado que apesta a perro muerto.

Gracias a mi querida amiga F pude descubrir al fin que estaba pasando. F había sido fiel cómplice de “ella” por mucho tiempo y se habían contado hartos chismes pero ahora se había convertido en una muy buena amiga mía y confidente también. Desde que llegamos y conversó secretamente con ella había adquirido una colosal y lampiña cara de poto que no podía disimular. Cuando ya no pudo más, sin insistir, se acercó a mí y me contó lo que tantos días la había tenido arañando las paredes del baño de lo estreñida que estaba.

- Antes que todo debes saber que ella te sigue queriendo… (Me dijo la muy ingenua)
- ¿Qué pasó?

Se detuvo de golpe, como si una gran y babosa bola de saliva le hubiera atorado la garganta.

- Pusha amigo, si te lo digo es porque no me parece lo que está haciendo…

No bastó que me lo dijera, pude imaginarme toda la historia con detalles y demás, me imaginé a “ella” de la mano, paseando con el chato ese, felices, sonriendo, pensando en que estará haciendo el cojudo de Robert mientras nosotros chapamos acá bien rico lejos de él, acurrucaditos por el frío. En ese momento un enorme y bien cerrado puño de la desesperación dio contra mi cara dejándome en total desconcierto. Qué se supone que uno deba hacer en esa situación, uno nunca recibe clases para ese tipo de momentos y mucho menos sabe de primeros auxilios. Lo único que le dije a F fue tengo que hablar con ella, y fuimos hacía su cuarto y justo antes de llegar veo parado al chato en la puerta de su cuarto, mismo guachimán de chifa, esperando a que ella salga. Pensé en sacarle de una vez su puta madre al enano ese pero F me detuvo, bien sabia ella, y se lo llevó al chaparro a otro lugar inventando no sé que excusa que de seguro debió estar buena. Entré. Allí estaba “ella”, peinándose largamente el cabello en una paz que solamente los santos y los conchudos pueden tener. Me acerqué rápidamente, me paré en frente de ella y ella, como sorprendida de verme y con una concha que no le cabía en el cuerpo me dijo.

- Hola, qué haces aquí…

Yo la miro y me sonrío, trato de hacerle la conversa de lo más normal pero la maldita duda me tortura el cerebro y no me deja disimular por mucho tiempo la cara de huevón que en realidad tengo. La tomo de los hombros, me acerco a ella y como contándole un secreto le digo.

- Ya lo sé todo, no tienes que seguir fingiendo.



CONTINÚA LUEGO...




Este es el video de la canción que da título a este post... Hey hey...

Está canción va con mucho amor dedicado a todas las "ellas" que alguna vez nos han hecho trampita en el amor... Con cariño... Hermanos Yaipén (Disculpen la pacharacada)

lunes, 20 de julio de 2009

UN ROMANCE SIN TERMINAR (Una historia en 4 facetas)

PRÓLOGO

Es extraño cómo dos personas que nunca se habían visto antes puedan llevarse tan bien con tan solo unas horas de plática a tal punto de parecer de que se conocen de años y pensar que es una obligación del destino estar juntos. Pero qué sucede cuando tu destino se convierte en fatalismo y ese encuentro de cuento de hadas se vuelve en una terrible experiencia inconclusa, en donde el príncipe azul no puede dar el beso que despertará a la princesa de su terrible sueño hormonal.
He aquí mi relato frustrante de una velada casi perfecta en donde la falta de iniciativa y la maldita secuela del rechazo me impidieron escribir una historia con final feliz.

FACETA UNO: EL GALÁN


Llegué a Huancabamba en la tarde luego de estar saltando de un lado para el otro en el asiento del auto debido a la geografía del camino. Llegué con ganas de dormir, de comer y de no trabajar. A cambio estuve despierto hasta muy tarde escuchando cantar a la Vicky, una cantautora de bastante peso y de un ego tan grande como su anatomía. Noche perdida.
Al día siguiente, al llegar la noche, solo tenía en mi mente dormir temprano, ya había programado a todo mi organismo desconectarse a las diez para recuperar las horas de sueño que la Vicky me había robado. Fue entonces que la conocí. Ha sido el encargo que más gustoso he aceptado. No tenía dónde quedarse esa noche así que había que llevarla al albergue en donde todos mis compañeros de trabajo y yo estábamos hospedados. Ella empezó a caminar a mi lado casi como por una imposición del destino o por alguna ley de gravedad que nuestros cuerpos estaban propagando. Había que romper el hielo.

- ¿Tú eres de Lima?
- No, soy de Piura
- Ah

El resto fue pan comido. Se llamaba Joysee, había estudiado obstetricia y estaba haciendo su serums en un pueblito que quedaba a media hora de Huancabamba cuyo nombre nunca pude memorizar pero cuya fonética siempre relacioné con Tongo. Estuvimos conversando con una imposible familiaridad. Hablamos de todo y de vez en cuando trataba de rozar mi brazo con el suyo no sé por qué idiota idea de que de esa manera adquiría un poco de derecho sobre ella. Si hubiere sido un gato seguro que la meaba encima.
Luego de estar dando vueltas por el centro buscando qué hacer y de tomarla de vez en cuando tímidamente el hombro para que no chocara con tanta gente que caminaba en sentido contrario, tuve una idea un poco perversa y muy planeada inconscientemente por mi yo seductor.

- ¿Y si compramos un DVD para verlo en el albergue?

Todo estaba raramente calculado. No habría nadie en la sala, habría que mantener la luz apagada para no molestar a los que duermen y seguramente en algún acercamiento casual o en algún bostezo largo o en algún inocente juego de manos terminaríamos en la distancia propicia para darnos un beso y continuar con el ritual durante el resto de la noche.
Llegamos al albergue y luego de esperar unos minutos a que se desocupe la tele, nos apoderamos largamente de los muebles y del control remoto, la noche era nuestra y no había nada que la pudiera arruinar. Bueno, casi nada. Joysee y yo estábamos sentados juntos compartiendo un mueble, al lado teníamos a dos intrusos, ejem, perdón, a dos amigos que nos quisieron acompañar a ver la película. Los planes habían cambiado. Ambos ignoramos la película desde el comienzo y en un susurro de a dos empezamos a reírnos y a acercarnos, compartiendo miradas casuales que no podíamos mantener por más de dos segundos sin sentir la fiebre del pudor. No sé cuanto tiempo duramos cuidadosos de no hacer nada más a causa de un par de ojos no bienvenidos en aquella escena, hasta que el sonido de un ronquido me devolvió las esperanzas.


FACETA DOS: EL IDIOTA

Al fin nos dejaron solos. La noche y su poder adormecedor fueron más grandes que la trama de la película e hizo que los intrusos se vayan a dormir no sin antes despedirse con un ridículo movimiento de manos. Ahora si, solos, estaba listo para tomarla de la mano, acariciar su mejilla de arriba a abajo de abajo a arriba (Gracias Karate Kid), acercarme sigilosamente, como serpiente a su presa y abanderar su boca con mi boca. Empecé a sudar. Empecé a dudar de cada movimiento que daba mi cuerpo y todo el plan que había engendrado en mi cabeza se había borrado. Ahora estaba asustado, toda la confianza con la que había empezado se había ido haciéndome también un ridículo movimiento de manos como despedida. Quise darme ánimos, me desdoble por un momento y me tuve frente a frente a mi mismo.

- Mariconcito me resultaste…
- No, no lo soy
- Entonces qué esperas para abrazarla
- Hace calor
- Estamos en la sierra huevón, me cago de frío…
- …
- Agárratela
- Ya, espera pues… Ya agarro valor…
- Tú puedes, yo sé que tú puedes
- Tienes razón, yo puedo
- ¡Tú puedes!
- ¡Yo puedo!
- ¡Tú puedes!
- ¡Sí, yo puedo!
- … (No va a poder)

Empezamos a escuchar música. Pura huachafada romanticona que para el momento estaba bien. En uno de esos movimientos para encontrar la comodidad de la espalda y demás miembros y articulaciones quedamos con los rostros a una distancia mínima, mis labios podían sentir el tibio ritmo de su respiración y el pestañeo continuo de sus ojos. ¿Qué tan difícil podía ser? Solamente debía soltar la cuerda y acabar con la fricción del arco para que mi beso salga directo como una flecha y se estampe en su boca. Tomé su mano con nada de discreción, ella aceptó la cárcel de mis dedos y también dejó que mi brazo descendiera suavemente sobre sus hombros. Ya perdió, me dije, pero permanecí en mi lado, siempre guardando la distancia matemáticamente, esperando a que no sé quién me diera un empujoncito que acabara con esto. Ese no sé quién nunca llegó.

Como acto de desesperación me recosté sobre sus piernas exponiendo libremente mi boca esperando a que ella sea la de la iniciativa. Pude sentir el latido feroz de su corazón estando tan cerca de su pecho. Ella empezó a acariciar con la yema de sus dedos mi labio inferior, que a la vista es el más carnoso, y yo trataba de esconderlo sabiendo que la altura y el frío de Huancabamba habían destrozado por completo mi jeta. Le pedí que me rascara la cabeza (porque me encanta que lo hagan), pero no tardé mucho tiempo en darme cuenta que había sido un error. Me quedé profundamente dormido en cuestión de segundos y ella profundamente decepcionada me mandó a mi habitación a que me acostara. Yo, maldiciendo a la Vicky por las horas de sueño que me robó, obedecí sin pucheros, la acompañé a la puerta de su habitación en donde nos despedimos con un amigable beso en la mejilla y luego me fui a dormir.


FACETA TRES: EL DESESPERADO

Llegué a mi cama y caí de espaldas a ella, derrotado, como un lapicero sin tinta, sin ganas de nada, sólo de dormir. Cuando el sueño empezaba a derrumbar mis párpados un sonido muy familiar me levantó de golpe. Era mi celular, alguien me estaba llamando. Lo cogí del cuello rápidamente porque sólo una persona podía timbrarme a esa hora de la noche y era ella: JOYSEE. ¿Aló? Nadie contestó y de inmediato colgó. Le escribí un mensaje.

Msj. 1 Robert: Me has asustado
Msj. 1 Joysee: Ja ja ya sabía, solo keria saber si ese es tu número
Msj. 2 Robert: No puedo dormir necesito que me rasquen la cabeza
Msj. 2 Joysee: Ay pero no está tú mamá ps… ya tienes k dormir bb. Q descanses
Msj. 3 Robert: Qué descanse? Si todavía tenemos pa conversar pa rato habitación 4 vente tengo vino
Msj. 3 Joysee: Ja ja vino? Pero si tú no tomas (es verdad) además estás con sueño y te quedas dormido
Msj. 4 Robert: No toy bien pilas… Bueno pero creo que nos debemos un beso de buenas noches (Claro por mensajito cualquiera es bien valiente).
Msj. 4 Joysee: El beso de buenas noches ya t lo di no recuerdas?
Msj. 5 Robert: Así? ah yo pensé que era así como el de la película de ahora ps (había puro chape)
Msj. 5 Joysee: Así lo kieres? Dime k debo entender con lo k dices. Me puedes dar una breve explicación?

Antes de responderle pensé muy bien en lo que iba a escribir, también recordé paso a paso qué señales me había dado para pensar que también quería besarme.

Señales
- Siempre trataba de mantener sus labios húmedos saboreándolos de vez en cuando.
- Miraba mis labios con cierta frecuencia al hablarme.
- Se había quedado despierta hasta las tres de la mañana con la escusa de ver una película que ni siquiera vio el comienzo.
- Accedía a que la abrace tímidamente y a veces a que le acaricie el cabello.
- Me acarició los labios.
- Me cantó solo por un beso de Aventura.
- Y me contó de su ex.

Luego de pesar las cosas con esa balanza me decidí a escribirle.

Msj. 6 Robert: Sal pa el beso película te espero afuera.

Me levanté de la cama y caminé de puntitas hacia la puerta que abrí con delicadeza de ladrón para no hacer bulla. Esperé.


FACETA CUATRO: EL RESIGNADO

Luego de esperar por casi media hora regresé a mi cama y esta vez si me quedé dormido, resignado de que la noche ya había llegado a su fin.

A las 5:54 am me llega un mensaje de ella.

Msj. 6 Joysee: Me quedé dormida te demoraste mucho en contestar la dejamos para otra oportunidad

Los dos sabemos que ya no la habrá, que nuestra historia terminó al terminar esa noche. Pero igual, si alguna vez llegas a leer este post, gracias por tanta ternura. Adiós.



Canción que deberían cantar siempre que estén en una situación igual.





martes, 14 de julio de 2009

¿LOS HOMBRES TAMBIÉN LLORAMOS?

ADVERTENCIA

No se si ha sido conveniente llamar así a este Blog. Uno corre el riesgo de ser tildado de huevón o de marica, o de marica huevón. Lo cierto es que no me importa. No me importa porque creo que en un país en donde cada peruano lee medio libro al año, ninguno de esos peruanos va a malgastar su media porción de lectura en mí. Mucho menos si este pobre sentimentalón resentido ha decidido usar este espacio para desmedirse literalmente y desechar tanta letra muerta que ya empieza a oler mal. Este olor, que es una combinación de azufre y Old Spice, ha ido amenazando mi existencia (y mi buen humor), llevándome a buscar el medio más accesible para fumigar mi cuerpo. Es entonces este espacio rectangular, un laxante personal.

MI PRIMERA VEZ

Tenía siete años cuando recibí mi primera cachetada. Una mano frágil y pequeña, casi de niña, casi de adolescente, pegó contra mi cara en un movimiento improvisado.
A esa edad lo único que le importa a uno es jugar ininterrumpidamente, no tener que bañarse y comer todos los días tu comida preferida. No hay responsabilidades ni trasnochos, no tienes que sacar la raíz cuadrada para que te alcance la plata y mucho menos tienes que preocuparte por los problemas sentimentales en tu vida, porque a esa edad, señoras y señoritas, a nosotros, los hombres-machos-sementales-varones, no nos interesan las mujeres más que para que nos presten sus yaces o para saltar la liga de vez en cuando (Claro, un salto muy varonil). Y a esa edad, incrédulos e incrédulas, una mujer se enamoró de mí.

Mi hermano mayor me lleva cuatro años y mi hermana, la segunda, me lleva uno. Eso me deja en el devaluado puesto de último y con el rochoso sobrenombre de “el bebé”. Siempre supe aprovecharme de esa posición, supe que estado facial tener cada vez que iba a pedir algo en especial, algo que no se lo darían a ninguno de mis otros dos hermanos ni de vainas. Supe llorar en casos más complicados pero nunca exageré en mis artes de manipulador para no llegar a los extremos. (He aquí un extremista: http://www.youtube.com/watch?v=lWC9VKH3M5c). Mi vida se había hecho muy fácil, jugaba todo el tiempo con mis hermanos, ellos me dejaban ganar en todo y casi siempre era el autor intelectual de los juegos por más que siempre repetía lo mismo a falta de eso que ahora me hace desvestir mis verdades en vez de inventarme algo: Imaginación.

Un día apareció ella: Delgada, morena, con una sonrisa traslúcida que la hacía parecer un ser adorable pero que a mi me llenaba de anticuadas sospechas de tanto ver al inspector Gadget. Era la hija de un amigo de mi papá, por lo tanto eso la convertía en mi amiga y si era mi amiga tenía que jugar con ella. Pero si yo estaba tan feliz, ganando en todo y jugando con mis hermanos sin preocuparme de nada más. Por qué, me pregunto, tenía que llegar ella. Chispas (A esa edad uno no sabe maldecir, maldición).

Ella se acercó a mí con una fiereza que a la edad de siete uno no distingue si es sensualidad o monería. Se acercó y desde ese momento no se despegó ni un solo instante de mí: Me seguía a todos lados, me acompañaba a comprar chizitos, a buscar la pelota perdida, a encontrar un poco de sombra, a tomar agua del caño y si ella no hubiera usado faldas seguramente también entraba conmigo al baño. No había caso, tenía que hacer algo. Tratar de esconderme era imposible, había que volverme hombrecito desde muy pequeño y enfrentar mis problemas de frente, darle la cara, o al menos el cachete izquierdo. Fue así entonces que luego de acumular harta rabia en mi ombligo decidí dejar las cosas claras y con una extraña ira que me envalentonaba me paré frente a ella, la miré fijamente a los ojos y le dije amablemente.

- ¡Ya deja de molestar y lárgate a otra parte! Tomé un poco de aire y proseguí – ¡No ves que nadie quiere jugar contigo!

Ella quedó congelada por un tiempo, sin mirar a nada y mirándome a la vez, los ojos los tenía grandotototes y empezaron a tornarse de un color amarillo. Estaba apunto de decirle “desencantada” cuando de pronto su brazo derecho se soltó al aire y tomó la postura favorita de Rafaella Camet al momento de atacar y estampó sus cinco dedos en mi infantil rostro. No sentí el dolor del impacto en ese momento, pero el brote de humillación que sentí me hizo llorar. Solté unas cuantas lágrimas flacas que junto con mis manos sucias, acabaron por ensuciar más mi rostro.

No cabe duda, los hombres también lloramos.