domingo, 23 de agosto de 2009

ALGO CONTIGO


Me gusta alguien y me cuesta admitirlo. Me gusta y no quiero admitirlo porque no se si yo le gusto a ella. Siento que tengo trece otra vez y que me han vuelto los hoyos en el estómago y el excesivo brote de sudor en las manos. Pero esta vez no son tiernas mariposas volando por mi intestino grueso y delgado, esta vez son filudas avispas que hincan más que una gastritis. A los 22 años el amor colegial se vuelve en una agradable tortura matutina.

La chica que me gusta tiene la risa descontrolada y el entusiasmo de una quinceañera. La verdad es que su edad no está muy lejos de los quince. Es menor que yo, inmadura según ella, fresca y con una expresión cuando te mira que pareciera que no le importara nada de lo que uno dice. Te mira así, con los ojitos medio cerrados, con el chicle en la boca, la mirada fría, impenetrable, y te dice, luego de haberte mandado el rollo más huachafo y elaborado de tu vida, “Ah, gracias”.

Ayer estuve con ella. Solamente la acompañé al paradero para que tomara su carro, claro que con un poco de experiencia alargué ese corto ritual en una conversa de más de media hora. Tenía que darle diez soles que su hermana me había prestado para que pudiera regresar a su casa, así que las opciones eran dos, darle el dinero, embarcarla y decirle adiós o, decirle que no tenía cambio, sacar un billete grande, y tener que caminar de tienda en tienda para comprar una botellita de agua de un sol y me cambiaran el billete. Obviamente elegí la segunda y no me arrepiento. La pasamos bien. De vez en cuando, no se si por la contorsionada risa de ella o la inconciente reacción de su cuerpo, ella se acercaba a mí, riéndose, y apoyaba su rostro en mi pecho, y yo la sujetaba de la cintura, discretamente, con cuidadito, y sentía su risa en la cara y hubiera querido hacerle cosquillas eternamente para que nunca parara de reír. Luego vino su carro, y ella dijo, pero está lleno, aunque de lejos se podían ver las filas de asientos vacíos que había y dejó que pasara el carro, poniendo cara de pusha se pasó y estaba vacío y no me di cuenta, y seguimos esperando al siguiente carro. Quiero seguir pensando que lo dejó pasar para quedarse un rato más conmigo.

Hace unas semanas quise hacerle un detalle que me hiciera avanzar unos escalones en el tremendo edificio de su corazón (que mal estoy). Me develé haciendo durante varias noches unas estrellitas de tiras de papel que aprendí hacer en youtube para llenar una cajita con ellas y esconder entre tantas estrellas su chocolate preferido. No sé cuantas hice en total pero terminé con la yema de los dedos adormecidos. Le grabé un CD de música con diez canciones todas romanticotas y le escribí una cartita explicándole la forma de abrir los regalos. Luego tomé mi bus interprovincial y me tiré un viaje de casi dos horas para ir a su casa (Vivimos de un extremo al otro de Lima). Juro que casi me destrozo las nalgas de tantas horas sentado en un asiento durísimo de plástico. Dejé el regalo sobre su cama y luego regresé. Puedo decir que valió la pena. Cuando llegué a mi casa la llamé (con las manos goteando chorros de sudor y la voz media cortada), y ella me contestó recontra entusiasmada agradeciéndome por el detalle. Luego de tanta gratitud empezó a contarme sobre unos cuantos tipos (ya perdí la cuenta), que estaban detrás de ella y que se le habían declarado y que había tenido que chotear así, recontra fría y que le llegaba los tipos muy insistentes, si pasa algo pasa, sino, no pues, y yo me quedé sin saber que decir y con un tremendo signo de interrogación en la cara.

Ya no sé que escusa inventar para verla o hablar con ella. Se me acaban las ideas de conversación en el msn, no sé si estoy más cerca que lejos o más lejos que nada y como diría el gordo de Vicentico, ya me quedan pocos caminos, y aunque te parezca un desatino, no me quiero yo morir sin tener algo contigo.


Pd: ¿Puedo cuidar de ti?

sábado, 8 de agosto de 2009

NO ME DIGAS MENTIRITAS QUE YO SÉ BIEN LA VERDAD


No leas este post si no leíste el anterior, “mentiritas conmigo no” (más abajito está). Si es que pensaste que era un huevón al leer la primera parte, en esta, seguro, que no cambiarás de opinión. Servido.


Hagamos un resumen: Yo me enamoré de “ella”, arriesgué todo por ese amor, cuando iba a la tienda a comprar pensaba en ella antes que en mí, invertí mis mejores piropos, mis más originales apodos y todo el cariño que durante años había acumulado, ella se fue, se metió con otro, me lo ocultó, yo la descubrí, la encaré, fui a su cuarto y a solas le dije (en el balcón de su habitación), ya lo sé todo, no tienes que seguir fingiendo.

Ella atinó a no decir nada, a comerse sus palabras y a atragantarse en sus mentiras, abrió los ojos como dos platos chiferos, se sorprendió de que este huevón se enterara de todo tan pronto, carajo quién le habrá contado, y se le resbaló de los labios, los que tantas veces había besado con los ojos cerrados y con la cara de cojudo que todos ponemos al momento de chapar pero con harta pasión, la siguiente pregunta.

- ¿Quién te contó?

¿Importaba eso? Importaba saber quién carajo me había soplado el dataso de que la chata se estaba tirando una canita al aire sin mi consentimiento y vacilándose harto, paseando así recontra romanticona con el enano que eligió para que tomara mi lugar y caminara al borde de la vereda junto a ella… ¿Importaba eso? La miré y en lugar de decirle que conchuda eres y sacarle en cara todo lo que me había enterado y decirle que yo me había sacado el ancho para que ella siempre esté feliz, sonriendo, llenándola de detalles, de regalos, de cariñito y todo eso y que ella me pagaba con la peor moneda (vieja y oxidada y encima bamba), la de la traición, la amé más. No, no le dije eso, porque yo sólo quería estar con ella, no quería perderla, la amaba más que a mi propio orgullo, no me importaba que me haya engañado una y mil veces, yo estaba dispuesto a perdonarla y a olvidar, no me importaba que todo el mundo se enterara y que me digan que soy un huevón, que cómo me voy a dejar hacer eso, que hay miles de flaquitas en la vida como para estar cagándose solamente por una, que si quieres te presento a una amiga que siempre me pregunta por ti y todo eso; pero a mí no me importaba otra, no quería a otra, la quería a ella, que todo vuelva a la normalidad, como si nada hubiera pasado, estaba dispuesto a perdonarla, al fin y al cabo así es el amor ¿no? Perdona, olvida, se hace el disimulado, nada pasó flaquita ya ni me acordaba que me habías puesto los cuernos, cómo se llamaba el chico con el que te metiste, ah sí, mándale mis saludos, como estará el muchacho, ojalá le vaya bien en la vida al hombre. Yo estaba dispuesto a perdonarla… A olvidar. Le dije.

- Te amo, y luego agregué, “Las muchas aguas no podrán apagar el amor”

Ahora que leo esas palabras de que las muchas aguas bla bla bla, me da una culpable sensación de vergüenza. Qué extraño ser habitaba en mí en ese momento para lanzar tremenda frase llena de convencionalismo y cargada de huachafería de pueblo joven… No lo sé, sólo recuerdo que no quería perderla y luego de decirle lo de las aguas empecé a humillarme gradualmente hasta terminar sin una minúscula partícula de orgullo. Le repetí que la amaba y le dije que su fuerte del amor era perdonar, no le pedí explicaciones, solo puse cara de pobre pidiendo pan, descolgué mi jeta hasta el suelo y le pedí otra oportunidad, que esta vez juro que me esforzaré más, que serás muy feliz a mi lado, que una vez que estemos juntos no necesitarás de nadie más, que por favor se decida por mí, que no se va a arrepentir y por poco me arrodillo sobre chapitas y le corto las uñas de los pies con la boca. Y ella inmutable, pensativa, me miraba con una expresión fría, de asesino pro, de boxeador intimidando a su rival, de mimo asado, de jilero bacanaso, etcétera, y sin decir nada se acerca a mí, me acorrala, se empina, entiendo el movimiento, me inclino y rodeo sus labios nuevamente en un beso apurado y sin convicción. Fue el peor beso de toda mi vida, fue como besar a un cadáver, a un esqueleto con labios. Pero al fin y al cabo me había besado, luego me miró y me dijo.

- Te quiero a ti… A ti

Y yo no quise besarla nuevamente así que solo le sonreí, la acerqué hacia mi pecho, la abracé pensando que la pesadilla había acabado, que todo estaría como antes y seguro mejor, porque malos momentos tienen todas las parejas y nosotros ya pasamos por el peor y ahora nada podría separarnos, y le di un beso en la frente de lo mas amoroso y salimos del cuarto porque F nos estaba llamando.

Esa tarde pude comer nuevamente, el apetito volvió junto con la tranquilidad de saber de que ella me prefería a mí. Mala deducción la mía. Al día siguiente la encontré lejana, distante, ajena a mí, en ambos parecía habitar una distancia increíblemente larga y abismal que nos separaba sin esperanzas de encontrar puente alguno que nos vuelva a unir. Ella buscaba estar siempre conversando con alguien menos conmigo, buscaba estar ocupadita en alguna conversación banal con cualquiera de mis amigos evitando así tener que darme explicaciones de lo que realmente estaba pasando por su cabeza. Yo, gran cojudo, la miraba todo el tiempo, y ella, súper cancheraza, evitaba todo contacto visual. Hasta que se descuidó por un momento y quedó sola, sin conversación en donde ocultarse y yo, recontra lanza, me acerqué a ella y la cuadré.

- ¿Por qué me estás evitando?
- ¿Ah? ¿Qué? ¿Yo? Balbuceó ella

No, yo…


- Sí, dime qué pasa, ya no me quieres cierto, no creas que no me doy cuenta
- ¿Por qué dices eso?

Porque no me quieres ni dar la cara pues, no te me hagas…

- Se te nota, se te nota en la cara, ni siquiera hablas conmigo


Ella bajó la mirada, y noté que quería decirme algo, algo importante, algo como pusha Robert ya fue, date cuenta, para que quieres que te lo diga, va a ser peor, resígnate campeón y mejor me vas cambiando la cara que no quiero roche público acá ¿Me entendiste? No dijo nada, empezó a tragar enormes gotas de saliva que hacían un bultito en su cuello al momento de bajar. Me miró. Fue de esas miradas que vienen con un discurso por dentro. Me rozó la mano con la yema de sus dedos, trató de ser cariñosa, suave, en contrapunto al áspero discurso que estaba a punto de decir.

- Yo sé que ayer te dije que te escogía a ti… (Silencio largo) Pero, no fui del toda sincera, lo dije por el apuro del momento, porque no quería que estés mal, no quiero verte triste (Muy tarde), por eso dije lo que dije, pero la verdad es que no sé…
- ¿Qué no sabes? Me apuré en preguntar.
- Yo los quiero a los dos por igual

A los dos por igual, como se quieren a tus hijos o a tus perros o tus escritores favoritos, si es que los tienes…

- Yo te quiero mucho, tú lo sabes

Sí tanto que ni bien te libraste de mí me sacaste la vuelta altoque nomás, adornando mi cabeza con unos puntiagudos cuernos.

- Ya no sé si creerte… Ya me mentiste una vez
- Cito (Ese era mi sobrenombre ya que no se le ocurrió ningún diminutivo para mí)
- Robert, le dije, corrigiéndola de golpe
- Perdóname, yo no quise hacer esto pero no sé que pasó

¿Qué pasó? Déjame imaginarlo. A ver, salieron, se coquetearon, jilearon fuertísimo, se dijeron palabritas románticas, que linda estás hoy, tú también estás bien churro, ¿comemos algo? Bueno. Se dieron la comidita en la boquita, ay, te ensucié, déjame limpiarte, pasó su mano por tus labios, tu bajaste la mirada y luego la subiste con un cúmulo de sensualidad y lo abordaste con los ojos, te saboreaste la boca, él te miró los labios, se dieron la señal de los amantes con ganas, se acercaron, así con concha, sin importar que el local estaba lleno, se besaron, sonreíste, escondiste la mirada, luego un recuerdo se quiso colar en tu mente, Robert, cito,¿ mi amor? Sacudiste la cabeza y evaporaste el recuerdo. Luego se besaron de nuevo y repeticuá.

Sentí que todos nos estaban mirando, y era verdad, traté de disimular, de hacerme el que aquí no pasa nada, tranqui nomás, todo bien, sigan con sus cosas. La cogí de la cintura, fuerte, toscamente. Le dije.

- Entonces, ¿ya no quieres estar conmigo?
- No es eso, si no que, quiero estar sola, no quiero estar con nadie por ahora.

Le pedí un último abrazo, una despedida. Ella se empinó y me enredó entre sus brazos, yo la sentí por última vez, cerquita mío, como si fuera parte de mí. Su perfume abordó mi nariz y me llenó la cabeza de recuerdos. A eso olía las mañanas para mí, a fruta, a pera… A ella. La solté para no llorar y busqué la esquina más cercana para calmarme. Estaba sin vida, destrozado, recontra cagado. A pesar de tratar de calmarme los recuerdos me asaltaban uno detrás de otro, como un flashback maldito, a una velocidad superior a los 24 cuadros por segundo. Mis ojos se enfadaron al sentir la tristeza concretizada en una gota húmeda y deforme que quería escapar de mis pupilas. Luché para no llorar pero al rato me di por vencido, resignado de que estaba viviendo el peor de los momentos y que no había chance de despertar de la pesadilla. Sentí que alguien me tomaba por la espalda y en un contacto brusco y tierno me abrazaba.

- No vayas a llorar ahora huevón, aguanta hasta que lleguemos a la casa.

Gonzalo conocía mi historia perfectamente, se había enterado de lo que había pasado, porque el chisme vuela sin necesidad de un blog, y llegó en el momento más indicado para darme su apoyo.

- Que no te vea llorando - me dijo.
- ¿Quién te contó?
- Eso no importa, tú eres mi pata y no vas a estar solo en esto.
- Gracias.

Gonzalo me tomó del hombro y me llevó a casa. Cuando estuvimos en mi cuarto me dijo.

- Eso no se hace, eso no hacen los patas, ese huevón está mal de la cabeza.
- Tú eres mi único pata. Le dije convencido.
- Hoy lo cuadré y le dije las cosas claras, que era un cagón, que cómo se atrevía hacer eso a tus espaldas sabiendo lo que había entre ustedes. Qué cagón ta mare… ¿Te lo vas a bajar?
- No vale la pena, cuando una mujer te deja es porque no quiere nada contigo… No vale la pena mecharse por ella.

No valía la pena, ni mecharse, ni saltar de un tercer piso, ni adornarse las muñecas con unas líneas bien profundas, ni volver a intentarlo. Pero yo la amaba, no me cabía en la cabeza haberla perdido, no me imaginaba la vida sin ella, sin su voz, sin su aliento, sin sus manos… Miren que azul me salen las palabras…

- Descansa hermano, no pienses en ella - dijo Gonzalo y luego salió del cuarto.

Ni bien cerró puse llave, enterré mi cara contra la almohada y lloré. Lloré como nunca había llorado, las lágrimas y los mocos salían sin reparo de mí y descansaban regados por toda mi cara. Grité, chillé, pataleé y hasta casi aullé desahogando la pena enorme (o penón si quieren), que me ahogaba lentamente.

Antes de irme y de volver a donde pertenecía, decidí escribirle una carta. Una carta triste y huraña fue lo que me salió.

He aquí una reproducción parcial de la carta:

Tengo a la tristeza atravesándome el alma. Hubiera preferido una muerte directa, como un balazo en el corazón o una guillotina bien filuda, pero tú preferiste sentenciarme a la horca y ahora estoy en medio de mi deceso. Estuve pataleando en un comienzo pero eso hacía la muerte más dolorosa así que he dejado de luchar y sólo espero mi último suspiro. Recuerdo el día en que me dijiste te amo por primera vez, yo me la tragué entera y viví engañado de lo que sentías por mí. Al menos hoy estoy conciente de la verdad y aunque duela le doy la cara, aunque sólo la quiera para golpearme. No te preocupes prometo no odiarte, porque a lo que se ama no se odia, y tú sabes que yo sí te amé, y a quien quiero engañar, aún lo sigo haciendo. Me despido de ti, te despojo de todos los sobrenombres que inventé para ti. Ya no eres ele, ni pequeña, ni preciosa, eres simplemente (su nombre), y nada más.
Adiós.


A la semana de que me había ido me llegó un mensaje de ella a mi correo, en el asunto decía: “Perdóname, dame una oportunidad” Le di click.


Termino después.





Pd: Aún no consigo bajar tu estrella...


Gracias a mi buen amigo Jonathan por pasarme esta canción. Este post va por ti, por la que te dejó y por la que se fue... "Desde que te perdí, se están enamorando todas de mí"



viernes, 7 de agosto de 2009

AVISO PÚBLICO


Gracias a su comprensión este fin de semana vuelve "Mentiritas conmigo no (te pillé te pillé)", para todos aquellos que no pudieron leerla y para los que quieran repetir el plato. Pero no vuelve sola, su continuación pendiente (No me digas mentiritas que yo sé de la verdad), también será publicada para que no tengan que imaginarse el final de la historia.

Gracias a los protagonistas apedreados con mis adjetivos en la historia, que de buena manera tomaron con mucha correa todo y que, con toda la concha del mundo me dijeron, publica nomás.


Disculpen las molestias.


R.M.

lunes, 3 de agosto de 2009

NO QUIERO TENER UN MILLÓN DE AMIGAS

Tenemos que hablar, me dijo con toda la seriedad del mundo, con aquella mueca que nosotros los hombres al verla conocemos que no es buena señal. Tenemos que hablar me dijo y nos sentamos de lo más silenciosos en el mueble de su casa y yo con cara de condenado no quise mirarla porque sabía que nada bueno me esperaba. Demoró en hablar, la hizo larga y yo por dentro me esforzaba por no hacer un drama, por no armar una escenita de telenovela venezolana y bien machito aceptar la condena. No sé si lo hacen a propósito o no pero siempre que una mujer te dice tenemos que hablar nunca dicen nada y esperan que nosotros seamos los primeros en desembuchar. Qué pasa le dije, y ella me miró con cara de aguántate que esto va a doler e hizo el ademán de que iba a hablar pero tan sólo fue una finta pichanguera. Qué me quieres decir insistí ya con voz de niño engreído que le acaban de quitar su juguete, ella, luego de humedecerse provocativamente el labio inferior, empezó a hablar.

- Tú sabes que te quiero mucho (Si tu flaquita empieza una conversación con esa frase en una mala señal), y que la paso muy bien contigo (Luego de esta introducción siempre viene el pero), pero (Se los dije), he estado pensando y analizando las cosas (Mentira, hoy al despertar leyó en su celular un mensajito romanticón del chico por quien siempre se cagó), y creo que lo mejor es que nos tomemos un tiempo (¿Con cañita o en vaso mejor?), y por ahora seamos sólo amigos (Es el fin).

Amigo es la peor palabra que puede decir la chica a la cual uno pretende como perro faldero, con el rabo bien amaestrado y con la lengua hasta el suelo. Cuando una chica te dice amigo es porque estás acabado, es porque eres un cadáver andante, un desaparecido en acción, te acaban de clavar una estaca en el corazón mi blanquecino amigo chupa sangre, estás out. Next.

Amigo es el sinónimo de no quiero nada contigo, de que me gusta tu compañía pero tampoco me busques tan seguido, de que me gusta andar a tu lado pero ni creas que te cogeré la mano, de que me encantan tus regalitos pero ni loca me envuelvo para ti y me pongo un lazo en la cabeza, de que me fascina hablar contigo pero no te me acerques tanto que no me dejas respirar, de abrázame cuando estoy triste porque el idiota de mi novio me sacó la vuelta y a ver si me presentas a uno de tus amiguitos que están bien buenos, de hazme la taba a la Victoria que tengo que recoger un encargo y hay varios negritos que no me dan buena espina, de porfis ayúdame con mi tarea de redacción porque yo soy bien taba hasta para escribir una oración y mira que me salió rima, de pusha mira mis uñas están horribles y no tengo plata para hacerme la manicure, ¿cómo?, que tu me prestas, hay tan lindo mi amiguito. Amigo significa, mejor olvídate de ella broder porque está en otra.

Hay veces en que la palabra amigo en solitario no tiene tanta fuerza como para expresar lo que quieren decir, es ahí en donde viene el famoso complemento de “te quiero como”, esa sencilla frase, puesta delicadamente, con una sonrisita coqueta y los ojos bien abiertos hacen de amigo una devastadora bomba nuclear. Ahí si que ya no hay esperanzas de nada, “te quiero como un amigo” es sin discusión, una lápida con tu nombre, con un nació, vivió, murió y no la conquistó. Si alguna vez te dictan esta frase (Y encima la dicen despacito, como vocalizando para que la captes bien pues), cuelga los chimpunes, hazte el muertito o el loco, saca pecho, no mires abajo y lárgate de ahí lo más rápido que puedas porque ahí no hay cupo para ti.

Para un hombre tener una amiga es tener una opción más con quien estar, a quien conquistar, a quien besar; para una mujer tener un amigo es sencillamente eso, un amigo, sin más vueltas que darle, sólo amigo…

Lo que quiero decir es...

No me pidas ser tu amigo.


Está canción es perfecta para este post... escúchenla, cántenla y dedíquenla.

jueves, 30 de julio de 2009

DISCULPEN LAS MOLESTIAS, BLOG EN REMODELACIÓN

Quiero empezar con unas disculpas ensayadas para todos aquellos lectores (2, 3 gatos, no lo sé), que buenamente invirtieron su escaso tiempo en este humilde blog gastando de cinco a diez minutos de su tiempo (según su rapidez mental), para leer aquel post que atrevidamente decidió llamarse así: “Mentiritas conmigo no (te pillé te pillé)”. Para los más atrevidos que llegaron al final de la lectura sabrán que prometí una segunda parte para terminar de relatar el bochornoso suceso que decidí contar, y que por ser tan detallista y no dejar nada al aire ni a la imaginación de nadie, se me hizo demasiado largo, tanto que tuve que dividirlo en dos partes y dejar lo demás para después. Lamento no poder cumplir la promesa, esta vez el continuará no podrá continuar, simplemente por una decisión de salubridad y de automedicación. El primer post llegó a despertar sentimientos negativos, que confieso, disfruté en un primer momento, pero que luego, como una úlcera discreta, empezó a hundirme sus delgadas garras hiriéndome dolorosamente el cuerpo. Es por esa razón que he decidido suprimir el último post publicado y no publicar su continuación, ya que se volvió en una venganza literaria más que en un ejercicio de escritura. Pido disculpas si realmente te interesó la historia, si realmente querías saber que me contestó “ella”, cómo terminó la cosa, ¿Bien? ¿Mal? Ni yo mismo lo sé, sólo sé que hay historias que a veces hay que dejar en el pasado para que vengan nuevas y tengamos más que contar. Por mi lado estoy listo para recibir lo que se viene, estoy listo para vivir una nueva historia, una nueva historia que contar…

¿CONTINUARÁ?




BUSCO NOVIA (con el permiso de tu blog RC)




Mañana es feriado, no tendré que ir a trabajar y podré levantarme muy tarde si quiero tal como acostumbro hacer los fines de semana, que me levanto a las once y con la única regla de no bañarme si es que no es necesario (Llámese necesario salir a un lugar público donde seguro habrán chicas lindas). Hoy es lunes y son las siete de la noche. Estoy viendo una película sobre un tipo (el frentón de Nicolas Cage), que recibe en sus manos la información del día en que la tierra dejará de existir y tiene que hacer algo para evitar dicha catástrofe. La película no me interesa hasta que el tipo conoce a una hermosa chica que de un momento a otro empezará a ser parte de su vida. Miro a mi derecha, veo a mi viejo amigo del colegio cabeceando a mi lado, sentado incómodamente en una silla de madera, dándose frentazos contra el aire. Volteo a mi izquierda y veo al hermano de mi amigo, completamente dormido, conchudamente dormido, echado a lo largo de la cama. Luego pienso en como me gustaría tener ahora mismo, al lado mío, no ha mis queridos y fieles amigos escolares roncando en la oscuridad, sino a una linda chica, acurrucada en mis brazos, refugiada, mirándome de vez en cuando y regalándome una sonrisa de complicidad, esas que te hacen amar a la persona con la que estás, que te alocan, que te hacen decir, mierda, cómo la quiero. Sí, eso es lo que quiero, me dan unas ganas tremendas de tener una chica especial a mi lado, alguien con quien reírme de mis chistes aunque no den risa, alguien que me haga piojitos en la cabeza que tanto me encanta y que tanto me adormece, alguien a quien pueda oler, degustar, mirar, palpar, abrazar. Alguien a la que pueda decir mi gorda, mi amor, bebé, preciosa, muñeca y tantos sobrenombres recontrahuachafos que se nos ocurren. Alguien a quien comprarle rosas, girasoles, claveles y si no hay plata arrancar una plantita del jardín no más, una margarita amarillenta y desgastada que llega media muerta cuando llego a su casa y se la doy y ella la mira como si fuera una orquídea y me sonríe y me estampa un beso amoroso y baboso y me dice que me quiere y que está enamorada de mí. Alguien a quien comprarle una princesita y decirle una princesa para mi princesa (o para mi reina da igual, los dos son ridículos), y ella te agradezca como si lo que tuviera en la mano fueran chocolates belgas y no un cuadradito que te costó treinta centavos en la bodega de la esquina. Alguien con quien pasear en tanta área verde que los alcaldes de Lima hacen pensando que así están haciendo un buen periodo y buenas obras. Alguien a quien mirar como baboso, como niño pobre a ventanal de un KFC, derramando innumerables gotas de saliva por esa mujer y sacar pechito porque aunque no lo creas está contigo carajo, está contigo. Alguien a quien besar delicadamente y sin apuro, sonriendo luego de cada beso y terminando siempre con un piquito como final del proceso (proceso que puedes repetir una y otra y otra vez). Alguien con quien perder el tiempo porque sí, porque te gusta estar con ella, porque aunque no hagan nada productivo están juntos y eso es lo que cuenta. Alguien a quien acariciar el cabello (lacio por favor, pero que sea lacio), una y otra vez y retener en tus manos el impregnado olor a frutita de su nuevo champú. Alguien que se preocupe por ti, que te haga notar que no te has afeitado el día de hoy, que tu cabello ya está larguito papito, que hay que pasarle un par de pinzas a esas uñas que parecen de vendedor de papa, que mastica bien el chicle no seas malandrín, que ven te escojo una billetera para que no andes olvidando tu plata en tus bolsillos. Alguien que te escriba mensajitos de textos a cualquier hora y por cualquier cosa, no importa si te llena la bandeja de entrada. Alguien para poner su foto en tu celular y en tu display del msn y poner en tu nick, te amo gordi, un mes juntitos o algo por el estilo. Alguien con quien duarte y hablar durante tres horas seguidas por celular colgando cada tres minutos para volver a llamar. Alguien que te cuide cuando estás enfermito y no le tema a la impopular porcina y te tome la fiebre, te refresque la cabeza con vinagre bully, te abra las ventanas para que se ventile tu cuarto, te lea libros que no puedes leer por tu estado griposo, te compre un DVD para que te distraigas y te llene de besitos en la frente porque al fin y al cabo te quiere ver sanito. Alguien que te abrace cuando tu postura de macho claudique y necesites llorar porque, lo repito, los hombres también lloramos. Alguien que lea tu blog y aunque esté sólo en algodón te diga, que lindo escribes mi amor, sigue así. Alguien con quien compartir chismes y secretos, fíjate que ayer estaba yendo al instituto cuando de pronto se apareció fulanita con no sabes quién. Alguien con quien ir al cine. Alguien a quien escribirle canciones y cantárselas con tu guitarrita vieja y barata y que suena horrible, y que luego de que escuche tus gallos y se de cuenta de tu poca imaginación para escribir una canción te mire con ojos de enamorada y agradecida te estampe un chape que nunca olvidarás porque ni tú lo viste venir. Alguien con quien estar, a quien puedas decirle con total libertad y sereno no más, te amo y ella te responda yo también te amo mi amor. Alguien que te haga sudar de lo mucho que te gusta, que te haga volver a sentir eructos en el estómago y que te mueva el piso con solo escuchar su voz. Alguien que aguante tu pezuña y el aliento ha pescado porque te acabas de tragar un cevichito de lo más picante. Alguien, en conclusión, que me evite escribir esta clase de post.

Te espero. Estoy listo.


(Acepto propuestas indecentes/ No me reservo el derecho de admisión)



Pd: Gracias por los comentarios colgados en Mentiritas conmigo no, los tengo bien guardados.


Alguien a quien le pueda dedicar esta canción...



sábado, 25 de julio de 2009

MENTIRITAS CONMIGO NO (TE PILLÉ TE PILLÉ)



PELIGRO: Puede que este post contenga un alto grado de resentimiento, huachafería y romance cursi dañinos para la salud.


Supe que estaba enamorado de ella, no por las cientos de patitas que sentía recorriendo mi estómago, ni por la sin igual cara de baboso que ponía al verla; supe que estaba enamorado de ella por el feliz estado de sosiego que sentía estando a su lado olvidando por completo que el mundo le juega a uno sus malas pasadas.

El día que le dije que me gustaba lo recuerdo con bastante exactitud, harto roche y poco orgullo. Salíamos de comprar del supermercado, yo cargaba con todas las bolsas de las compras como todo un caballero (o al menos aparentando serlo), ella estaba a mi lado (ella será su nombre en este post), caminando muy pegada a mí casi como protegiéndose de algún peligro premeditado. Quise que el recorrido hacia el paradero nunca terminara, que la luz roja del semáforo se mantuviera para siempre y así quedarme varado en esa esquina durante toda mi vida junto a ella. Verde, cruzamos la pista y esperamos sentados en la vereda a que pase el bus de regreso. Llevaba en mi bolsillo desde hace días un poema de Neruda, de los más sencillitos para que cuando llegara el momento indicado este me sirva de introducción a mi torpe declaración de amor y me de una atmósfera cargada de romanticismo. Cuando lo saqué de mi pantalón no sabía si simplemente empezar a leer o hacer una breve explicación antes de entrar con la lectura del poema. Decidí la lectura inmediata para no estar tentado a ser aburridas divagaciones y a atorarme con mi saliva. Desdoblé el papel con nerviosismo, humedecí la hoja con litros de sudor y empecé a leer.

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

Como haciendo caso al poema en total sumisión, ella estalló en una carcajada alta y prolongada y con ella todas mis pretensiones de una declaración con harto romanticismo y bastante seriedad. Me aguó el pastel, estaba apunto de tirar la toalla, chapar mi taxi y huir de la escena; pero luego en su rostro quedó la huella de la brutal carcajada suavizada en una tierna sonrisa que me recordó el motivo por el cual había decidido humillarme en el vergonzoso acto de decir me gustas. Guardé a Neruda asfixiándolo en veinte dobleces y devolviéndolo a mi bolsillo, de donde nunca debió salir, miré un rato a los autos y respiré hondamente expulsando todo el dióxido de carbono que me empezaba a marear. Ensayé un par de frases en mi mente pero todas me sonaban tan cursis y conocidas, así que empecé a hablar.

(…)

Luego de dar largas y aburridas explicaciones astrales comprobando mi teoría de que su sonrisa brillaba más que todas las estrellas juntitas en un solo bulto, se lo dije.

- Lo que estoy tratando decir es que me gustas
- …
- Me gustas y la paso demasiado bien contigo
- …
- Nunca antes había sentido lo que ahora siento por ti (floro más viejo que Marco Aurelio y Papá Noel juntos)

Permaneció sin contestar, atinando solamente a sonreír y a agrandar el maldito dedo de la duda que me apuntaba directamente al medio de los ojos mientras que yo luchaba por que el cacharro de confiado no se me tornara poco a poco en un enorme y rojo signo de interrogación. Al fin habló.

- Gracias

GRACIAS!!!!!???? No jodas pues, me chanco la cabeza para que algo decente me salga y me dices gracias…

- …Tú también me gustas

Eso está mejor, continúa

- Y la verdad no sé por qué

¿Será por mi alto grado de carisma que se propaga como una enfermedad?

- Antes ni siquiera me caías…

No hace falta entrar en detalles flaquita… ¿Qué me decías? ¿De que te gustaba?

- Pero en este tiempo he podido conocer al chico tierno y detallista que eres en verdad.

Llegó el carro y nos subimos, casi no hablamos durante el camino de regreso pero sostuvimos todo el tiempo una larga mirada cargada de mucha complicidad. Juro, casi muero de alegría.

(…)

Luego, porque las cosas son así y porque nadie tiene el control absoluto de su vida y porque como dicen siempre para menguar el dolor de alguna forma, las cosas siempre pasan por algo, ella se fue. Cuando me dio el último abrazo de despedida en el terminal se colgó de mi cuello ensayando un rostro de harta pena y de mi amor voy a pensar todos los días en ti. Yo la abracé inútilmente tratando de retenerla pero sabía que al final de igual forma se tenía que ir… Me había acostumbrado a su olor en las mañanas, a su ronquera en las tardes, a su cerquillo milimétricamente peinado, a su codo en las comidas (porque zurda y derecho chocan al momento de comer), a su insipiente tamaño y a besar de cerquita, así bien apachurraditos, como dos bolas de helado (vainilla ella yo chocolate), su delgada y brillante trompita.

Me llamó cuando estuvo instalada y a solas y me llenó de mimos y sobrenombres que hasta ese momento no sabía que me decía y me dijo que me extrañaba y que no aguantaría tanto sin mí y que cómo quería que ya pasen los cinco meses que iba a estar por allá y que(maldita sea), me amaba. Yo, que si hubiera sido diabético seguro que moría en el teléfono por las altas dosis de dulzura transmitida por señales eléctricas a distancia, solo atinaba a dar repetidas afirmaciones (yo también mi amor, yo también), mientras, cuidadoso de no manchar el suelo, derramaba cantidades extremas de saliva por esa chica.

No pasó ni un mes cuando, yo encerrado en una cabina telefónica tostándome de calor y ella echadita en su camita, tranqui, con la tele prendida seguramente en alguna novelita pacharaca y aburrida, me sugirió de lo más sonriente que en el tiempo que íbamos a estar distanciados seamos sólo amigos. Yo, con cara de huevón y creyendo que sus intenciones eran de lo más sanas, le dije que claro que me parecía bien, que no había problema, sin percatarme de que ese seamos sólo amigos era, como bien lo declara el himno nacional, un seámoslo siempre.

A partir de ese momento cada vez que hablaba por teléfono conmigo no me llamaba por mi nombre y mucho menos me decía algún diminutivo bonito o huachafo, no importa, al fin y al cabo diminutivo; ahora cada vez que me contestaba el celular lo hacía con un sospechoso y cachaciento “ola amigo”. Decidí ignorar el término porque de alguna forma ese era el trato que (no me quedaba otra), había aceptado.

He aquí mi concepto de amigo(a):
Dícese de la persona a la cual la consideras de confianza y con la cual compartes momentos alegres, chicles gastados y de vez en cuando un par de chapes bravos pero que ni cagando lo(a) haces tu enamorado(a).


Luego esas llamadas empezaron a adquirir una reducción total o parcial del tiempo, ya no sólo me llamaba amigo, sino que inventaba cualquier excusa para tener que colgar y lo peor de todo, lo peor pero peor de todo, era escuchar siempre, al lado suyo, cerquitita, la hipócrita voz de un maldito enano que se hacía llamar mi amigo.

Dada todas esas situaciones que amargaban mi día decidí no llamarla, que si quería hablar conmigo ella metiera su solcito al teléfono público o que recargara su celular y que se dignara a marcar mi número que de tanto desuso se habría borrado de su memoria. Claro, ella nunca se dignó y no supe de ella en semanas.
Viajé a los tres meses. Fui a verla con unos amigos y amigas que bien cerquita mío estuvieron todo el rato. Cuando la vi, con el cabello suelto, con un ganchito en medio de la cabeza que sostenía una pequeña porción de su pelo, la frente descubierta, los ojos bien grandotes y la sonrisa, que meses atrás habían hecho de mí un hombre feliz, recordé por qué estaba enamorado de ella y no bastó más, ni una palabra suya, para volver a ese mismo estado de estupidez total. A ella se le veía sumamente emocionada con mi presencia, meses después entendería que no era emoción lo que reflejaba sino una crisis de nerviosismo porque seguramente al momento de verme entrar por esa puerta pensó, la cagada ahora qué…

Mis sospechas adquirían un alto grado de credibilidad al notar que un cierto tipo, que si digo un metro cincuenta no exagero, y que si digo más chancado que Rocky luego de mecharse tampoco y más aburrido que el cerdito Porky contando chistes mucho menos, empezó a acercarse a ella como un atrapa moscas, pegándose a una distancia mínima sin darle chance siquiera de ir al baño sola. Me calenté harto, me llegó altamente, más alto que las jugadoras de voley de la selección de Italia, luego me tranquilicé, pensé en frío, analicé las cosas y saqué mi línea. Aquí hay gato encerrado que apesta a perro muerto.

Gracias a mi querida amiga F pude descubrir al fin que estaba pasando. F había sido fiel cómplice de “ella” por mucho tiempo y se habían contado hartos chismes pero ahora se había convertido en una muy buena amiga mía y confidente también. Desde que llegamos y conversó secretamente con ella había adquirido una colosal y lampiña cara de poto que no podía disimular. Cuando ya no pudo más, sin insistir, se acercó a mí y me contó lo que tantos días la había tenido arañando las paredes del baño de lo estreñida que estaba.

- Antes que todo debes saber que ella te sigue queriendo… (Me dijo la muy ingenua)
- ¿Qué pasó?

Se detuvo de golpe, como si una gran y babosa bola de saliva le hubiera atorado la garganta.

- Pusha amigo, si te lo digo es porque no me parece lo que está haciendo…

No bastó que me lo dijera, pude imaginarme toda la historia con detalles y demás, me imaginé a “ella” de la mano, paseando con el chato ese, felices, sonriendo, pensando en que estará haciendo el cojudo de Robert mientras nosotros chapamos acá bien rico lejos de él, acurrucaditos por el frío. En ese momento un enorme y bien cerrado puño de la desesperación dio contra mi cara dejándome en total desconcierto. Qué se supone que uno deba hacer en esa situación, uno nunca recibe clases para ese tipo de momentos y mucho menos sabe de primeros auxilios. Lo único que le dije a F fue tengo que hablar con ella, y fuimos hacía su cuarto y justo antes de llegar veo parado al chato en la puerta de su cuarto, mismo guachimán de chifa, esperando a que ella salga. Pensé en sacarle de una vez su puta madre al enano ese pero F me detuvo, bien sabia ella, y se lo llevó al chaparro a otro lugar inventando no sé que excusa que de seguro debió estar buena. Entré. Allí estaba “ella”, peinándose largamente el cabello en una paz que solamente los santos y los conchudos pueden tener. Me acerqué rápidamente, me paré en frente de ella y ella, como sorprendida de verme y con una concha que no le cabía en el cuerpo me dijo.

- Hola, qué haces aquí…

Yo la miro y me sonrío, trato de hacerle la conversa de lo más normal pero la maldita duda me tortura el cerebro y no me deja disimular por mucho tiempo la cara de huevón que en realidad tengo. La tomo de los hombros, me acerco a ella y como contándole un secreto le digo.

- Ya lo sé todo, no tienes que seguir fingiendo.



CONTINÚA LUEGO...




Este es el video de la canción que da título a este post... Hey hey...

Está canción va con mucho amor dedicado a todas las "ellas" que alguna vez nos han hecho trampita en el amor... Con cariño... Hermanos Yaipén (Disculpen la pacharacada)

lunes, 20 de julio de 2009

UN ROMANCE SIN TERMINAR (Una historia en 4 facetas)

PRÓLOGO

Es extraño cómo dos personas que nunca se habían visto antes puedan llevarse tan bien con tan solo unas horas de plática a tal punto de parecer de que se conocen de años y pensar que es una obligación del destino estar juntos. Pero qué sucede cuando tu destino se convierte en fatalismo y ese encuentro de cuento de hadas se vuelve en una terrible experiencia inconclusa, en donde el príncipe azul no puede dar el beso que despertará a la princesa de su terrible sueño hormonal.
He aquí mi relato frustrante de una velada casi perfecta en donde la falta de iniciativa y la maldita secuela del rechazo me impidieron escribir una historia con final feliz.

FACETA UNO: EL GALÁN


Llegué a Huancabamba en la tarde luego de estar saltando de un lado para el otro en el asiento del auto debido a la geografía del camino. Llegué con ganas de dormir, de comer y de no trabajar. A cambio estuve despierto hasta muy tarde escuchando cantar a la Vicky, una cantautora de bastante peso y de un ego tan grande como su anatomía. Noche perdida.
Al día siguiente, al llegar la noche, solo tenía en mi mente dormir temprano, ya había programado a todo mi organismo desconectarse a las diez para recuperar las horas de sueño que la Vicky me había robado. Fue entonces que la conocí. Ha sido el encargo que más gustoso he aceptado. No tenía dónde quedarse esa noche así que había que llevarla al albergue en donde todos mis compañeros de trabajo y yo estábamos hospedados. Ella empezó a caminar a mi lado casi como por una imposición del destino o por alguna ley de gravedad que nuestros cuerpos estaban propagando. Había que romper el hielo.

- ¿Tú eres de Lima?
- No, soy de Piura
- Ah

El resto fue pan comido. Se llamaba Joysee, había estudiado obstetricia y estaba haciendo su serums en un pueblito que quedaba a media hora de Huancabamba cuyo nombre nunca pude memorizar pero cuya fonética siempre relacioné con Tongo. Estuvimos conversando con una imposible familiaridad. Hablamos de todo y de vez en cuando trataba de rozar mi brazo con el suyo no sé por qué idiota idea de que de esa manera adquiría un poco de derecho sobre ella. Si hubiere sido un gato seguro que la meaba encima.
Luego de estar dando vueltas por el centro buscando qué hacer y de tomarla de vez en cuando tímidamente el hombro para que no chocara con tanta gente que caminaba en sentido contrario, tuve una idea un poco perversa y muy planeada inconscientemente por mi yo seductor.

- ¿Y si compramos un DVD para verlo en el albergue?

Todo estaba raramente calculado. No habría nadie en la sala, habría que mantener la luz apagada para no molestar a los que duermen y seguramente en algún acercamiento casual o en algún bostezo largo o en algún inocente juego de manos terminaríamos en la distancia propicia para darnos un beso y continuar con el ritual durante el resto de la noche.
Llegamos al albergue y luego de esperar unos minutos a que se desocupe la tele, nos apoderamos largamente de los muebles y del control remoto, la noche era nuestra y no había nada que la pudiera arruinar. Bueno, casi nada. Joysee y yo estábamos sentados juntos compartiendo un mueble, al lado teníamos a dos intrusos, ejem, perdón, a dos amigos que nos quisieron acompañar a ver la película. Los planes habían cambiado. Ambos ignoramos la película desde el comienzo y en un susurro de a dos empezamos a reírnos y a acercarnos, compartiendo miradas casuales que no podíamos mantener por más de dos segundos sin sentir la fiebre del pudor. No sé cuanto tiempo duramos cuidadosos de no hacer nada más a causa de un par de ojos no bienvenidos en aquella escena, hasta que el sonido de un ronquido me devolvió las esperanzas.


FACETA DOS: EL IDIOTA

Al fin nos dejaron solos. La noche y su poder adormecedor fueron más grandes que la trama de la película e hizo que los intrusos se vayan a dormir no sin antes despedirse con un ridículo movimiento de manos. Ahora si, solos, estaba listo para tomarla de la mano, acariciar su mejilla de arriba a abajo de abajo a arriba (Gracias Karate Kid), acercarme sigilosamente, como serpiente a su presa y abanderar su boca con mi boca. Empecé a sudar. Empecé a dudar de cada movimiento que daba mi cuerpo y todo el plan que había engendrado en mi cabeza se había borrado. Ahora estaba asustado, toda la confianza con la que había empezado se había ido haciéndome también un ridículo movimiento de manos como despedida. Quise darme ánimos, me desdoble por un momento y me tuve frente a frente a mi mismo.

- Mariconcito me resultaste…
- No, no lo soy
- Entonces qué esperas para abrazarla
- Hace calor
- Estamos en la sierra huevón, me cago de frío…
- …
- Agárratela
- Ya, espera pues… Ya agarro valor…
- Tú puedes, yo sé que tú puedes
- Tienes razón, yo puedo
- ¡Tú puedes!
- ¡Yo puedo!
- ¡Tú puedes!
- ¡Sí, yo puedo!
- … (No va a poder)

Empezamos a escuchar música. Pura huachafada romanticona que para el momento estaba bien. En uno de esos movimientos para encontrar la comodidad de la espalda y demás miembros y articulaciones quedamos con los rostros a una distancia mínima, mis labios podían sentir el tibio ritmo de su respiración y el pestañeo continuo de sus ojos. ¿Qué tan difícil podía ser? Solamente debía soltar la cuerda y acabar con la fricción del arco para que mi beso salga directo como una flecha y se estampe en su boca. Tomé su mano con nada de discreción, ella aceptó la cárcel de mis dedos y también dejó que mi brazo descendiera suavemente sobre sus hombros. Ya perdió, me dije, pero permanecí en mi lado, siempre guardando la distancia matemáticamente, esperando a que no sé quién me diera un empujoncito que acabara con esto. Ese no sé quién nunca llegó.

Como acto de desesperación me recosté sobre sus piernas exponiendo libremente mi boca esperando a que ella sea la de la iniciativa. Pude sentir el latido feroz de su corazón estando tan cerca de su pecho. Ella empezó a acariciar con la yema de sus dedos mi labio inferior, que a la vista es el más carnoso, y yo trataba de esconderlo sabiendo que la altura y el frío de Huancabamba habían destrozado por completo mi jeta. Le pedí que me rascara la cabeza (porque me encanta que lo hagan), pero no tardé mucho tiempo en darme cuenta que había sido un error. Me quedé profundamente dormido en cuestión de segundos y ella profundamente decepcionada me mandó a mi habitación a que me acostara. Yo, maldiciendo a la Vicky por las horas de sueño que me robó, obedecí sin pucheros, la acompañé a la puerta de su habitación en donde nos despedimos con un amigable beso en la mejilla y luego me fui a dormir.


FACETA TRES: EL DESESPERADO

Llegué a mi cama y caí de espaldas a ella, derrotado, como un lapicero sin tinta, sin ganas de nada, sólo de dormir. Cuando el sueño empezaba a derrumbar mis párpados un sonido muy familiar me levantó de golpe. Era mi celular, alguien me estaba llamando. Lo cogí del cuello rápidamente porque sólo una persona podía timbrarme a esa hora de la noche y era ella: JOYSEE. ¿Aló? Nadie contestó y de inmediato colgó. Le escribí un mensaje.

Msj. 1 Robert: Me has asustado
Msj. 1 Joysee: Ja ja ya sabía, solo keria saber si ese es tu número
Msj. 2 Robert: No puedo dormir necesito que me rasquen la cabeza
Msj. 2 Joysee: Ay pero no está tú mamá ps… ya tienes k dormir bb. Q descanses
Msj. 3 Robert: Qué descanse? Si todavía tenemos pa conversar pa rato habitación 4 vente tengo vino
Msj. 3 Joysee: Ja ja vino? Pero si tú no tomas (es verdad) además estás con sueño y te quedas dormido
Msj. 4 Robert: No toy bien pilas… Bueno pero creo que nos debemos un beso de buenas noches (Claro por mensajito cualquiera es bien valiente).
Msj. 4 Joysee: El beso de buenas noches ya t lo di no recuerdas?
Msj. 5 Robert: Así? ah yo pensé que era así como el de la película de ahora ps (había puro chape)
Msj. 5 Joysee: Así lo kieres? Dime k debo entender con lo k dices. Me puedes dar una breve explicación?

Antes de responderle pensé muy bien en lo que iba a escribir, también recordé paso a paso qué señales me había dado para pensar que también quería besarme.

Señales
- Siempre trataba de mantener sus labios húmedos saboreándolos de vez en cuando.
- Miraba mis labios con cierta frecuencia al hablarme.
- Se había quedado despierta hasta las tres de la mañana con la escusa de ver una película que ni siquiera vio el comienzo.
- Accedía a que la abrace tímidamente y a veces a que le acaricie el cabello.
- Me acarició los labios.
- Me cantó solo por un beso de Aventura.
- Y me contó de su ex.

Luego de pesar las cosas con esa balanza me decidí a escribirle.

Msj. 6 Robert: Sal pa el beso película te espero afuera.

Me levanté de la cama y caminé de puntitas hacia la puerta que abrí con delicadeza de ladrón para no hacer bulla. Esperé.


FACETA CUATRO: EL RESIGNADO

Luego de esperar por casi media hora regresé a mi cama y esta vez si me quedé dormido, resignado de que la noche ya había llegado a su fin.

A las 5:54 am me llega un mensaje de ella.

Msj. 6 Joysee: Me quedé dormida te demoraste mucho en contestar la dejamos para otra oportunidad

Los dos sabemos que ya no la habrá, que nuestra historia terminó al terminar esa noche. Pero igual, si alguna vez llegas a leer este post, gracias por tanta ternura. Adiós.



Canción que deberían cantar siempre que estén en una situación igual.